-Por ahí dijo el Gato, señalando con su pata derecha vive un Sombrerero; y en esa otra dirección -y señaló con la otra pata- vive una Liebre Mercera. da igual al que visites... ¡Los dos están igual de locos!
-Pero si yo no quiero estar entre locos... -comentó la niña.
-¡Ah! Pero eso no puedes evitarlo -le dijo el Gato!-: aquí están todos locos. Yo estoy loco. Y tú también.
-¿Y cómo sabes que estoy loca? -preguntó Alicia.
-Tienes que estarlo a la fuerza -le contestó el Gato-, de lo contrario no estarías aquí.
"Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas", Lewis Carroll.

jueves, 25 de diciembre de 2008

YA ESTÁ AQUÍ LA NAVIDAD



“En Navidad servicios muy especiales”.
“Si no queda satisfecho le devolvemos su dinero”.

Frases entresacadas de Novedades, un folleto publicitario de El Corte Inglés (Navidad 2004).




Hasta la ciudad no llegaban las Navidades en tanto uno de sus baluartes, el bar Gino´s, no se vestía con sus mejores galas. Como era sabido por todos dicha competencia era admitida de forma tácita, y tolerada a regañadientes, por determinado centro comercial de arraigado espíritu navideño. Además no era menos cierto que uno de los miembros del cuadro directivo de la empresa que explotaba los grandes almacenes solía dejarse caer de tanto en tanto sobre alguno de su taburetes, y según se terciara la cosa incluso por el propio suelo.
Cómo refulgían esos días las guirnaldas, las luces parpadeantes y las estrellas de colorines. Impelidos por el clima de euforia que reinaba los clientes entonaban cánticos de variada temática, las más de las veces salaces y poco edificantes, e incluso el propio Norberto se mostraba un poco más risón de lo que tenía por costumbre. A este hombre le gustaba tanto esta época que solía conservar a modo de recordatorio una pequeña porción de la decoración durante el resto del año. Ya fuera un poco de espumillón cada vez más amarillento por la nicotina o un par de globos entrelazados con una cadeneta de vivos colores.
Personalmente si yo me viera ante la encrucijada de escoger entre todas las allí vividas una sola de aquellas Navidades me quedaría con las del año noventa y seis.
Por aquella época el bueno de Norberto maquinó la ocurrencia de decorar la fachada del local mediante la estampa de un Nacimiento. Algo inusitado, si se considera que se autocalificaba como un ateo de rancio abolengo y con carné. En cuanto a la ejecución práctica de la idea de ella se hizo cargo la profesionalidad de Colás Canales.
Era este Colás lo que podría denominarse un artista un tanto sui generis por haber obtenido su título sin haber pisado nunca a modo de paso previo academia o facultad alguna. Un autodidacta por nacimiento y devoción, gran reidor y mejor amigo de sus amigos, además de pasar por ser un verdadero pedazo de pan. Sólo hacía falta observarle para saber cómo era en el fondo pues el alma le afloraba a la piel. Y su arte conjugaba perfectamente con su forma de ser.
Por mis inquietudes personales he podido disfrutar en vivo de muchas obras de arte mas debo confesar que nunca en toda mi vida me había sido dado contemplar un Nacimiento como el que acabó saliendo de sus manos y pinceles.
Sobre la pared situada junto al escaparate San José se reía a grandes carcajadas, sujetándose una panza que sus holgados ropajes a duras penas disimulaban, al tiempo que convidaba a los pastores a una nueva ronda de cerveza para celebrar su nueva condición de padre. María, a su vera, adoptando una pose muy maternal, refulgente en su recién estrenada condición de madre, no despegaba los ojos arrobados del Niño a cuya salud brindaba alborozada con un vaso de vino que corría un riesgo serio de desbordarse. Y el Niño entre tanto yacía rechonchito en el interior de su humilde pesebre, sin perderse a pesar de su posición ningún detalle de la alegre escena que se desarrollaba a su alrededor.
El señor Arzobispo, hombre poco dado a las evaluaciones artísticas y más inclinado por el contrario a la emisión de encendidas soflamas se refirió a la representación iconográfica en los siguientes términos:
“Un gesto de indisimulado mal gusto, irreverente y zafio a partes iguales, muy propio de las mentes retorcidas que para desgracia de los creyentes genuinos caracterizan a ciertas hordas de herejes que desafortunadamente no habían sido exterminados durante el transcurso de la Santa Cruzada liberadora”.
Y con este tono quedó plasmado en una larga carta dirigida al director de un periódico, al punto publicada en la edición dominical. Sin embargo, a pesar de éstas y otras voces airadas que se levantaron ante la muestra del “libertinaje que caracteriza a nuestra sociedad” (y sigo citando literalmente la tronante misiva eclesiástica) no se retiró la obra (“el engendro”, prosigo con los sabrosos postulados de su ilustrísima) y hasta donde yo sé ninguno de los habituales, en su gran mayoría unos ateos indignos de salvación cierta y por ende irremisiblemente condenados por sus convicciones a las penas del fuego eterno a cargo de los Botero Boys desde mucho tiempo atrás, emitió protesta alguna.
Ni que decir tiene que el espléndido Colás Canales acabó por cobrarse en especie su cuadro.
Los partícipes aún recordamos la animadísima francachela de Nochevieja durante la cual la totalidad de las rondas que se sirvieron corrieron por cuenta de la Sagrada Familia.
Habrán de comprender que al fin y al cabo, y tratándose de beber, los clientes del Gino´s se encontraban dispuestos a flexibilizar un tanto sus opiniones acerca de ciertos dogmas comúnmente creídos.




Bosco
fecit.






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