“No hay nadie que entienda el dolor de otro, y nadie que entienda la alegría de otro. Pensamos siempre que caminamos junto a los demás, pero sólo vamos al lado de los demás”.
Franz Schubert, "Diario"
Mientras se vistió de negro nadie le recriminó por la tonalidad de sus ropajes.
Al que la pieza musical que verdaderamente le deleitara, como pudieron oírle comentar en más de una ocasión, fuera un concreto fragmento de la sonata número dos de Chopin, la marcha fúnebre, no le concedieron mayor importancia.
Lo de emplear un ataúd para dormir no atrajo sobre su persona acusaciones de excéntrico, más bien le confirió una fama de hombre a la última.
El beber sangre, aunque sin poder evitar estremecimientos involuntarios entre ellos, no supuso mayores problemas entre cuantos le conocían.
Pero lo de que no pudiera reflejarse en los espejos, por más que tratara de justificarse, era algo que ninguno le perdonaba. Se diría que pretendía acusarles de ser meros frívolos y vanidosos.
Bosco fecit.
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