-Por ahí dijo el Gato, señalando con su pata derecha vive un Sombrerero; y en esa otra dirección -y señaló con la otra pata- vive una Liebre Mercera. da igual al que visites... ¡Los dos están igual de locos!
-Pero si yo no quiero estar entre locos... -comentó la niña.
-¡Ah! Pero eso no puedes evitarlo -le dijo el Gato!-: aquí están todos locos. Yo estoy loco. Y tú también.
-¿Y cómo sabes que estoy loca? -preguntó Alicia.
-Tienes que estarlo a la fuerza -le contestó el Gato-, de lo contrario no estarías aquí.
"Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas", Lewis Carroll.

sábado, 13 de diciembre de 2008

A MODO DE TIERNO INCISO



Con no poco afecto más sin afectación y desde luego jugueteando con los términos que es uno de los mejores pasatiempos que existen en este mundo. Algo de lo que aquél a quien le está dedicado no sabe poco que digamos.
¡Porque no nos hundan, Gerardo!



“Arrancar algo de eternidad a lo desesperadamente efímero constituye el mágico truco de la humana existencia”.

Tennessee Williams




El último cliente se ha marchado y desde entonces han transcurrido sus buenos quince minutos. En el Gino´s sólo quedamos Norberto y yo, que como de habitual pasaré la madrugada ovillado en un rincón. Sólo restan por realizar algunas de las últimas labores propias del final de la jornada.

El cañero se encuentra limpio, reluciente. Con su forma de jota casi recuerda a un brillante saxofón,... No, no puedo resistirme a introducir una anécdota ahora que lo menciono.

En cierta ocasión entró en el local un desconocido muy apuesto y aún mejor vestido. Sin duda un hombre de negocios que se había dejado caer por allí debido a una de esas casualidades que se dan con abundancia, aunque las más de ellas se nos pasen desapercibidas. El caso es que se pidió un café al tiempo que depositaba abrigo de buen corte y maletín de cuero sobre un taburete. No había empezado a revolverlo cuando ya su atención había paseado por cuanto le rodeaba, cuadro de don Damián incluido, no dejando de prestar atención a la decoración, sin que se le escapara a la perspicacia de la que sin duda no carecía la clientela que en aquel momento le prestaba compañía.

Tras un sorbo al cremoso brebaje se dirigió a don Celso, quien por aquellos días aún se ocupaba de la llevanza del establecimiento mano a mano y codo con codo con Norberto.

-Y, dígame, éste local, ¿lleva abierto desde hace mucho?

Don Celso arqueó las cejas mas no le contestó de inmediato. Antes se permitió echarle de nuevo a su interlocutor un disimulado vistazo para acto seguido sonreír un poco y terminar por entrecerrar un tanto su ojo derecho, como si de esa forma pretendiera afinar la puntería antes de ofrecerle su respuesta. Una vez practicado ese ceremonial, que desde luego no notó el cliente puesto que la discreción había presidido en todo momento su desarrollo, le soltó lo siguiente:

-Observe usted ese cañero, caballero.

No bien había pronunciado esas palabras ya estaba girando su cabeza hacia el objeto cuya presencia quería destacar, como si pretendiera con su movimiento portar consigo la atención del que le había preguntado. Lo consiguió pues el recién llegado desplazó sus ojos hacia el cañero, un tanto confuso porque de ningún modo encontraba correlación alguna entre el instrumento así indicado y su pregunta.

-Ese cañero, señor mío -don Celso bajó un poquito la voz, como si lo que viniera a continuación constituyera una importantísima confidencia-, a este servidor le fue dado ver cómo lo soplaba una noche de borrachera el mismísimo Charlie Parker.

Una leve pausa.

-Cuál sería su grado de ebriedad que en su confusión lo tomó por un saxofón, y juntando acto con pensamiento, tras arrimar sus labios a la espita, se puso a pegarle semejantes sopletones que, rendido a la evidencia, del barril emergieron los sones de "Just Friends".

Nueva pausa.

-Imagínese lo vetusto que será este local, imagíneselo.

El cliente, chasqueado, dibujó con los labios apretados una sonrisa de compromiso, bebióse el resto del café de un solo sorbo, incinerando en el proceso amígdalas, esófago y orgullo herido y se fue con viento fresco; eso sí, no sin antes reparar en recoger su abrigo de loden y el maletín.

El taimado de Don Celso sabía cuándo se precisaba dejar a un lado la diplomacia y recurrir a la más fina ironía.

Vuelvo a Norberto, quien al caracoleante sonido de las neveras y rodeado por el arrullo de la máquina de fabricar hielo, limpia con esmero la barra, una vez listo el vacío y con la cafetera fregada. Deja el suelo con la cohorte de colillas y servilletas que lo adornan para la limpiadora. Es un creyente practicante en la labor de equipo y en la producción en cadena, además comulga con la idea de repartir un trabajo que precisamente no abunda entre la mayor cantidad de gente posible.
Mas antes de que apagara definitivamente las luces y conectara la alarma (cargar y amartillar, o sea, pulsar la combinación y girar la ruedecita) aún practica con cara de satisfacción un alto junto a la barra. Se echa las manos a la espalda para frotarse los dolores y sus labios dibujan la más sincera expresión de satisfacción.

...Y cuando Norberto contempló la pequeñez de sus dominios sonrió de veras porque no había más territorios que quisiera conquistar.


Bosco fecit.


Clica sobre la imagen y arráncale sonido al cañero.

3 comentarios:

Jaime Bosco dijo...

"¿Por qué permanezco tumbado? La noche avanza y con la luz del día los enemigos seguramente vendrán. Y si caemos en poder del Rey ¿quien podrá impedir que terminemos sin honor y después de sufrir los más refinados suplicios? Nadie se preocupa de cómo debemos defendernos y todos permanecemos tumbados, como si pudiéramos permitirnos ese lujo. Y yo ¿a qué estratego de otra ciudad espero para actuar? ¿Qué edad espero alcanzar para obrar? Por cierto, nunca seré adulto de edad avanzada si me entrego a los enemigos".

La Anábasis, Jenofonte.

LASA JOYAS dijo...

No está mal para homenajear la primera nevada treceña del año.. no está nada nada mal... un pllacer leer tus guiños.
Un saludo.

Jaime Bosco dijo...

Los guiños son el último refugio de los observadores.

Un abrazote literario, Duina.